Ablación del clítoris, también es una forma de violencia :
La
ablación del clítoris, la mutilación genital femenina, es una forma de
violencia contra la mujer. Es género, en la que intervienen las propias
mujeres, bien consintiendo, bien realizando las prácticas. Aunque se
localiza sobre todo en la zona centro-africana, esta práctica no se limita al
continente africano, pues se sabe que esta práctica también ocurre en varios
países de Asia, Europa, Australia e incluso América.
Se
calcula que anualmente se le practica a dos millones de mujeres. La ablación
reduce a las mujeres a «una mera función reproductora» anulando su sexualidad.
Las
consecuencias de la ablación comienzan en el momento de la intervención con
un dolor insoportable y la posibilidad de producir la muerte de la víctima;
prolongándose las secuelas durante el resto de la vida con dolores crónicos,
problemas durante el parto y generando en la mujer la imposibilidad de mantener
relaciones sexuales satisfactorias. A las secuelas físicas habría que añadir
las psíquicas: la mujer a la que se le ha practicado la ablación es consciente
de la mutilación a la que ha sido sometida pudiendo perder su autoestima.
La
ablación se practica, principalmente, en comunidades de países africanos
subsaharianos y, aunque mayoritariamente es practicada por comunidades musulmanas,
también se practica en comunidades animistas, cristianas y judías. Entre los
países donde se practica la ablación se encuentran: Nigeria, Senegal, Sudán,
Egipto, Etiopía (de mayoría cristiana), Pakistán, Indonesia, Malasia,… «Es una
tradición cultural y no religiosa, aunque coincida que sea en los países
islámicos donde más frecuentemente se practique. […] En la mayoría de las
comunidades musulmanas no se aplica la ablación, pero el imaginario social y
religioso la ha asociado al Islam».
La
ablación es, en muchos casos, llevada en secreto por las comunidades que la
practican. Se trata de una tradición muy difícil de erradicar ya que puede
ocurrir que padres, principalmente madres, aun mostrándose en desacuerdo, se
sientan en la obligación de practicarla a sus hijas ante el temor de no
poderlas casar.
La
experiencia nos ha enseñado que no hay que dejar de repetir qué es la
mutilación sexual para convencer de la necesidad absoluta de erradicar una
práctica abyecta que reduce a las mujeres a una mera función reproductora y
desprecia su dignidad como seres humanos.
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